Fic 'La Fundación', Capitulo 48 por V-Team

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Fic La Fundación  Capitulo 48
por V Team

Imágenes: Elena

El anuncio de Dolores me cae como baño de agua helada. ¿Carlos aquí? ¿Cómo es eso posible? Debería estar en España esperando su extradición. No lo entiendo. Y tampoco sé si quiero enfrentarlo, no después de todo lo que sufrí por culpa suya. Miro a Rob con angustia, sus ojos expresan mucha tristeza, estoy segura que piensa que la presencia de Carlos afectará mi decisión.

Mi primer pensamiento es pedirle a Dolores que le diga a Carlos que se vaya, que no tengo nada de qué hablar con él, que esperaré a que mi abogado me diga lo que tengo que hacer. Pero Rob me sorprende cuando le dice a Dolores que lo haga pasar al despacho. Lo miro desconcertada y sacudo la cabeza negando. 

-¡Pero no quiero verlo! Y tampoco quiero que tú te enfrentes a él de nuevo. Rob no vale la pena. Él es quien está incumpliendo la ley. 

-Carlos tiene algo importante que decirte –dice sumamente calmado y poniendo una de sus manos en mi hombro –escúchalo por favor. 

Me desconcierta al tiempo que me convence de que hable con él. Su actitud es extraña y me inquieta. Le pido que me acompañe pero no accede. 

-Pero te necesito.

-Será mejor que hablen a solas. Te esperaré en la terraza –agrega y se retira.

Entro al despacho con un poco de temor, Carlos está sentado en una de las butacas frente al escritorio. Camino lo más alejada de él que puedo, solo puedo sentir rechazo hacia su persona, quisiera gritarle, reclamarle lo mucho que he sufrido por su culpa, pero me contengo. Me acomodo en la silla detrás del escritorio, usándolo como barrera. Todavía tengo presentes sus maltratos. Lo miro e inspiro profundo para tolerar el momento.

-Sé que no tengo cara para presentarme contigo, y agradezco que al menos me permitas explicarte.

-No me agradezcas a mí. Agradécele a Robert que fue quien me convenció de hablar contigo.

El gesto de su cara se retuerce ante lo que le digo.

-Parece que encontraste un buen hombre.

-No tienes ni idea de lo bueno que es –contesto disfrutando cada una de mis palabras.

-Lamento no haber sido ese hombre.

-¿Lo lamentas? ¿Cómo te atreves? Si tú…

-Quiero decir que lamento mucho no haberme dado cuenta antes de la clase de mujer que tenía a mi lado; no te valoré y sin darme cuenta fui alejándote de mí, haciéndote daño, arruinando nuestra relación, destruyendo el hogar que habíamos formado, nuestra familia y lo peor, gestando un odio hacia mi persona.

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-Te equivocas, yo no te odio, no podría no solo porque eres el padre de mi hija, sino por lo mucho que significaste alguna vez para mí. Pero como tú lo acabas de decir, todo ese amor que yo te tuve, tú te encargaste de destruirlo.

-Lo sé, y te lo repito, estoy muy arrepentido. Ahora la vida se encarga de cobrarme todo lo malo que hice, créeme, pagaré con creces todo el daño que causé. Tengo cáncer.

Su confesión me provoca una sensación extraña, jamás esperé algo así, nunca lo desee. Me deja aturdida y muy nerviosa. De momento no sé qué decirle. Me quedo sin palabras.

-Nunca fue mi intención separarte de Mía por tanto tiempo, lo que hice fue un arrebato, lo hice sin pensar ni medir las consecuencias. Me fui a París con la intención de pasar unas vacaciones con la niña para molestarte, después mi padre me dijo que había una oportunidad para mí en España, iba a regresarte a la niña en cuanto tuviera el trabajo, pero tuve que hacerme unos exámenes de rutina como requisito para el empleo y fue cuando descubrí mi enfermedad. No tienes idea de los terribles días que pasé, lo único que me mantuvo cuerdo fue la niña. El miedo y la desolación se apoderaron de mí, pero ella se volvió mi aliciente. La noticia me llevó a aferrarme a lo que más quería en esta vida –hace una pausa y sigue hablando –Por la amistad con mi padre el empresario español me dio el empleo, aunque siempre fui sincero con él. Mis padres por supuesto también están enterados, tal vez ahora los entiendas un poco…

Parece sincero. Es verdad que dejé de amar a Carlos desde hace mucho tiempo pero, la situación no deja de parecerme lamentable y no puedo no sentir su padecer.

-…ellos solo estaban tratando de proteger a su hijo, sé que es ridículo, pero así es, no querían que pasara en la cárcel mis últimos días y lejos del ser que más amo.

-¿Últimos días dices? –digo con la voz completamente distorsionada por el nudo que tengo en la garganta. Me doy cuenta que estoy llorando, las lágrimas salen sin parar de mis ojos y siento una opresión en el pecho, el sentimiento se vuelve más intenso.

-Así es.

Me llevo las manos al rostro, pienso en el dolor que todo esto le causará a mi hija, en cómo voy a explicárselo, en cómo debo de actuar. Me siento terrible.

-Vivian, perdóname por todo el daño que te causé.

No puedo contestarle, sigo llorando. Me toma unos minutos volver en mí.

-Te perdono –digo intentando dejar de llorar –si eso te hace sentir más tranquilo.

-Te lo agradezco, necesitaba que lo hicieras. Tengo que felicitarte, parece que Robert realmente te quiere –asiento –me alegra que lo hayas encontrado.

-En realidad, él me encontró a mí –digo intentando sonreír al pensar cómo fueron las cosas.

-Vivian, sé que nunca harías lo contrario, pero te pido que cuides de nuestra hija porque yo ya no podré hacerlo. Estoy seguro que siempre harás lo mejor para ella.

-Claro que sí.

-Solo quisiera pedirte una última cosa. Permíteme estar cerca de la niña hasta el último momento. Disculpa no quiero complicarte, no tienes que decidir ahora, ni tampoco tienes que dejar que se vaya conmigo, entiendo que quieras estar con ella después de tanto tiempo. Yo estaré en casa de mis padres y pensé que podrías estar en la ciudad por algún tiempo.

Me hace una petición, no puedo ignorarla, no tengo corazón para eso y también lo hago por mi hija. Pasar un par de meses o unas semanas en la ciudad no es nada grave; solo espero que Rob no me malinterprete.

Despido a Carlos a la salida de la propiedad y este me abraza, me toma por sorpresa. No hay nada especial en su abrazo, ningún sentimiento más que el que pueden tener dos viejos conocidos.

-Disculpa, solo deseaba despedirme y pedirte perdón –me explica –avísame lo que decidas.

Carlos se marcha y cuando me giro para regresar a la casa miro a Rob recargado en el umbral de la puerta principal, creo que nos ha visto y no quiero que confunda las cosas. Me acerco a él lentamente.

-Rob no sé cómo explicarte, pero no es lo que piensas.

-No hay nada que explicar bonita, lo sé todo y te comprendo.

Toma mi rostro entre sus manos dulcemente, me mira a los ojos y siento todo su apoyo.

-¿Lo sabías? –pregunto confundida.

-Sí, perdona, no sabía cómo contarte, ni siquiera estaba seguro si yo debía decírtelo. Ven acompáñame a mi habitación para que podamos hablar mejor –me dice tomándome del codo y dirigiéndome por la casa.

Me siento a la orilla de su cama, Rob se queda de pie mirándome y escuchándome atentamente, le explico la petición de Carlos. Rob pone una cara triste. Da media vuelta y se aleja de mi unos pasos.

-Así que finalmente te irás.

-Sólo serán unos días, bueno… tal vez un poco más… Rob la verdad es que no lo sé. Rob esto no es por mí, es por Mía –digo con desesperación ante lo que pueda pensar.

-Lo sé, es solo que tengo miedo que lo pienses mejor y no quieras regresar.

-¿Estás loco? La que no se va arriesgar a perderte ahora soy yo. La verdad es que fui muy tonta al querer irme, cualquiera en mi lugar se habría quedado contigo sin dudarlo. Tú te las arreglaste para que yo viniera a parar aquí, a la Fundación, y después me diste tanto amor, amor que yo no esperaba a pesar de siempre haber soñado con algo así, y te metiste tan dentro de mi alma que cambiaste mi vida. Todavía no sé cómo pude tener las fuerzas para dejarte. Ahora la que tiene miedo de irse, aunque sea por poco tiempo, soy yo. 

Rob se sienta a mi lado y toma mis manos entre las suyas.

-Contigo es tan fácil amar, me has enseñado tantas cosas que no podría no hacerlo, traté de meterme en la cabeza que un día te irías y por eso acepté tu decisión, pensé que podría vivir sin ti, pero me di cuenta a tiempo que no es así, así que no tienes nada que temer, yo estaré aquí, esperándote. Te amo.

-Y yo a ti.

Por fin después de tantos días volvemos a besarnos con tanta pasión y amor como somos capaces. Es un beso eterno y entregado, puedo sentir el deseo y la desesperación en los labios de Rob. Me toma con fuerza recostándome en la cama, yo me siento fuera de mí, embriagada como si mi boca estuviera bebiendo algún tipo de elixir. Las manos traviesas de mi ángel buscan la piel bajo mi ropa, mi respiración es agitada, lo deseo tanto. Reacciono por un momento y me levanto como resorte de la cama apartándolo de mí.

-Perdona –digo intentando respirar –tengo mi periodo.

Rob pone cara de decepción y lo entiendo.

-Quieres decir que no…

-Que no podemos hacerlo. ¿Estás bien? –pregunto al verlo fruncir el ceño.

-Sí, un poco decepcionado, tal vez –me sorprende –será mejor que vayamos con las chicas. 

***

Le comunico a Carlos mi decisión de ir a la ciudad y permitir que esté con Mía. Partiremos en unos días, Carlos está agradecido y tanto sus padres como los míos están ansiosos por ver a la niña. Aún no sé cómo explicarle a Mía que su padre está muy enfermo, ni que regresaremos a vivir a Cancún para estar con Rob. 

Aquél día después de atender un asunto de la Fundación en la casa hogar, las chicas me sorprenden con un enorme pastel, con todo lo que había pasado olvidé por completo el día de mi cumpleaños, 27 de febrero, apenas habían pasado siete días desde que Rob regresó de España diciendo que me había traído mi regalo de cumpleaños y jamás imaginé la sorpresa que me daría. Por fin después de tantos problemas y situaciones complicadas pasamos un rato divertido.

Rob me pide hablar un momento a solas. Caminamos hacia la playa, lo hacemos tomados de la mano, sin hablar, solo disfrutando de nuestra compañía y la brisa del mar, ninguno quiere arruinar el momento, pero Rob decide hablar. 

-Quería despedirme, tengo que volver a Los Ángeles, solo serán unas semanas, pero quiero pedirte que me llames si necesitas cualquier cosa.

-No quiero molestarte.

-Nunca lo harías, además solo son cuatro horas de Los Ángeles a México.

-De acuerdo.

Rob se detiene y toma mi rostro entre sus manos, me mira con infinita dulzura y me hace sentir la mujer más afortunada del mundo, sus ojos claros, su mirada franca y transparente, y esa sonrisa tierna y seductora al mismo tiempo me llenan el alma, me daban tanta tranquilidad y me hacían sentir tan segura.

-Júrame que regresarás –siento que aún duda.

-Por supuesto, no lo dudes más. Estoy convencida que mi destino está a tu lado –digo sonriendo y luego intento convencerlo con un largo beso.

...CONTINUARA...