FIC IRINA '50 Sueños de Verano' Relato 6 "La Tormenta"

FIC 6 DE IRINA,  PUBLICAREMOS LOS DIAS LUNES

Aviso sobre los FICS, sobre todo dirigido a las chicas más jóvenes que nos leen ya que aparecerá contenido sexual explícito, con palabras y situaciones (Lemons). Personas impresionables fácilmente y de mente no abierta dejamos a vuestra conciencia la decisión de leerlo o no.

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FIC-IRINA  50 Sueños de Verano'

Capitulo VI "La Tormenta" 

por IRINA (Irene Mendoza)

Perdida en mi propio sueño. Otra vez comienza de un modo extraño. Estoy sola y en un lugar que desconozco, es de noche, llueve a mares y estoy calada hasta los huesos. Corro y corro pero no sé hacia dónde. Solo sé que voy en su busca, en busca de Rob y que algo ha ocurrido, que tengo que volver a su lado. Tengo una sensación de angustia que me aprieta la garganta y no sé por qué.

Corro con el corazón desbocado, latiéndome en la garganta y los truenos retumbando ensordecedores cada vez más cerca y más fuerte. Sigo corriendo, jadeando, con la ropa empapada y la lluvia helada golpeándome las piernas, los brazos, la cara. Me doy cuenta de que llevo un vestido de noche y sé que me acabo de escapar de alguna aburrida fiesta para volver a casa arrepentida, para recuperar a Rob. Porque sé que él es lo único que realmente me importa. Pero algo me dice que no hemos tenido un simple enfado.

El aire se cuela en mi boca mezclado con la lluvia. Mi pulso me palpita en las sienes. Tengo los pulmones a punto de estallar pero algo más poderoso que el cansancio me empuja. El viento me pega el vestido empapado al cuerpo y me impide correr. Casi no se ve a través de la manta de agua que al llegar al suelo corre cuesta abajo mojándome los pies. Pero continuo, a pensar que toda el agua de los cielos parece caer sobre mí.

Todo es muy confuso en mi sueño. Sé que me he ido de su lado, que algo doloroso ha ocurrido entre nosotros pero también sé que si regreso con él todo se arreglará. Tengo todo eso en mi cabeza cada vez más claro. <<Hablaré con él y todo se arreglará>>, me digo.

El sendero acaba y estoy en la entrada de una casa, la misma casa que en otro sueño anterior, la casa de Hollywood. La puerta no está cerrada. Entro, todo está oscuro y silencioso. Voy hacia el salón, no sé por qué. De pronto me doy cuenta de que no estoy sola, alguien está sentado en el sofá pero no tengo miedo, sé que es Rob. Voy hacia él. Se levanta y se queda de pie frente a mí. Estoy parada en la puerta.

Mis ojos se acostumbran a la oscuridad y puedo verle mejor. Lleva el  pelo rapado, tiene barba de dos días y solo viste unos vaqueros negros ceñidos. Me aproximo un poco. Le deseo.

Rob se queda quieto, inmóvil, observándome con el ceño fruncido. A medida que me acerco el chapoteo de mis sandalias va dejando un rastro de pisadas sobre el suelo. Yo aun respiro fatigosamente. El vestido empapado se me pega al cuerpo como una segunda piel. Mi cabello me gotea sobre los hombros, la espalda y el escote, resbalando, dejando un reguero de agua de lluvia entre mis pechos.

Su mirada fiera me enciende. No puedo apartar mis ojos de Rob. Doy un paso más hacia él. Un tirante del vestido se desliza por mi hombro, el otro lo bajo yo misma. El vestido está adherido a mi cuerpo y tengo que despegarlo para quitármelo. Al llegar a mis muslos resbala para ir a estrellarse contra el suelo, salpicándolo todo a mí alrededor. Después me bajo las bragas y me quedo desnuda ante él.

Rob contempló mi desnudez sin pestañear. Estamos los dos frente a frente, mientras la lluvia cae sobre nuestras cabezas sin parar, martilleando contra el tejado. El fuerte viento hace temblar cristales y hasta los marcos de las ventanas.

Permanece de pie, en un extraño estado de calma, casi en trance. Al no recibir ninguna muestra de rechazo me acerco un poco más a él. No se mueve, continua paralizado observándome con el rostro imperturbable, sin conmoverse un ápice de mí, de mi ofrenda.

Mi respiración se va calmando lentamente. La de Rob, en cambio, se va haciendo cada vez más intensa. Su pecho sube y baja. Me descalzo. Mis pies notan el frio suelo embaldosado y me estremezco. Ese breve temblor de mi cuerpo parece despertarle de su letargo. Sus ojos me recorren de pies a cabeza. Intento acercarme más pero Rob retrocede turbado. Sus ojos brillan febriles.

-          Has vuelto – dice sin ninguna emoción en su voz.

-          Sí – jadeo.

Un relámpago ilumina la habitación y entro en el salón.

-          Para, no sigas. Será mejor que te vayas.

-          No me iré – digo dulcemente -. Quiero quedarme, contigo.

Otro relámpago seguido de un trueno. Veo como aprieta la mandíbula.

-          Por favor vete – implora.

-          No, no lo haré – digo con voz más fuerte.

-          ¿Lo has pensado mejor? – percibo un leve tono sarcástico en su voz.

Tiemblo de nuevo como respuesta, sin poder apartar mis ojos de su cuerpo. Veo como aprieta los puños, como se tensaban sus músculos. Me acerco más, hasta casi rozarle. El hombre que me mira parece retener una gran fuerza que bulle en su interior. La proximidad de mi cuerpo desnudo hace que su respiración se torne fuerte y agitada. Solo nos separan unos centímetros para que nuestros cuerpos se rocen. Casi puedo oír los latidos de su corazón bombeando la sangre.

No me atrevo ni a respirar y tiemblo, siento una mezcla de frío, temor y deseo. Rob me observa. Conozco esa mirada, el modo de escrutarme con sus bellos ojos grises, de reclamarme ansioso, voraz. Me pego a su cuerpo para entregárselo. Rob acerca su boca a la mía rozándome apenas. Su cálido aliento se cruza con el mío. Exhalo un suspiro agónico al que Rob responde con un profundo gemido, en el mismo instante en que aprieto mis senos contra su pecho.

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Respiro su aroma. Huele a una mezcla de madera y sudor reciente. Acaricio su pecho y él deja escapar un doloroso gemido. 

Voy bajando mis manos por su torso despacio hasta llegar a su entrepierna y palparla. Solo tengo un pensamiento rondando en mi cabeza. <<Puedo hacer que me perdone, sé que puedo>>. Mientras, la tormenta continua aullando fuera.

* * *

-          ¿Por qué has vuelto? – jadea

-          Ya sabes por qué – susurro.

-          Dímelo - apoya su frente en la mía.

-          Porque soy tuya.

-          ¡Sí… ! – un gruñido ronco escapa de su garganta -. Eres mía.

Rob agarra mi cabeza con sus manos y me besa con ansia las mejillas, los ojos cerrados, mis labios. Con la misma avidez con la que yo beso su boca amada. Sus labios son suaves y están calientes y húmedos. Tiemblo de placer al notar cómo su cuerpo cálido y familiar se aprieta contra el mío. Luego nos echamos sobre la alfombra, su carne dentro de mí, mis pechos mojados entre sus manos, su lengua lamiéndome sin freno.

Nos saboreamos impacientes, resoplando, paladeándonos con exigencia. Mis labios se deslizan sobre su piel, mojándola con mi saliva. Su piel sabe salada. Sal, saliva y sudor juntos.

Me pongo sobre él, a horcajadas, ávida y desesperada por sentir la tensión de sus músculos al presionar mi cuerpo. Mis cabellos empapados gotean sobre su pecho haciendo brillar su piel. Rob me sostiene agarrando mis caderas con fuerza. Rodeo la suyas con mis muslos y me inclino hacia su boca para dejar que me chupe. Su saliva arde y su lengua me quema la piel. Entra dentro, más dentro hasta el fondo. Hilillos de agua de lluvia resbalan por mi cuerpo mezclándose con su sudor y goteando sobre él.

Hacemos el amor frenéticamente, desahogándonos, reconciliándonos, hasta llegar la noche. En la penumbra, una y otra vez, como una deliciosa tortura, un deleite exquisito. Consumidos por las ganas, con prisa e intensidad casi brutal, sin dirigirnos la palabra, solo mirándonos, entre jadeos y gemidos de dicha, desesperados, con nuestra carne estremecida, ebrios del gozo delicioso que ya conocemos. Solo sé que la lluvia cesa y ya solo se oyen las goteras que caen sobre el suelo, afuera y nuestra respiración agitada. Pasa la noche y el amanecer nos encuentra tendidos boca arriba, exhaustos y aplacados sobre la alfombra.

Después de la furia nos dormimos rendidos por el derroche de besos y caricias, yo entre sus brazos, Rob rodeándome con su cuerpo. La tormenta ha pasado.

* * *

Despierto. El calor del cuerpo de Rob me deja en un estado que me recuerda mucho a la embriaguez. Permanezco borracha de placer, abrazada a su cuerpo, sintiendo el fuerte pulso de la sangre circulando por sus venas. Rob se mueve y sigue durmiendo. 
Me quedo inmóvil observando cómo duerme, admirando su cuerpo desnudo, feliz, con la certeza de que estamos bien de nuevo.

Me toco con las yemas de los dedos la boca mordida, los labios hinchados por el roce de su barba. La misma que me ha magullado las mejillas, el cuello, los pezones, el vientre y los muslos. El cosquilleo cálido en el estómago no ha desaparecido. Aun le deseo, intensamente. Intento mantenerme despierta pero un dulce sopor me vence. Cuando vuelvo a despertar me encuentro con su mirada gris en la pantalla del portátil, contemplándome. Y le sonrío aun somnolienta.